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Gasolina, protestas y abandono: el fondo del desabasto en Chiapas


La presidenta Claudia Sheinbaum ha confirmado lo que ya era evidente para miles de chiapanecos: hay un problema con el abasto de combustible. Sin embargo, en su declaración matutina, minimizó la situación al asegurar que no se trata de una escasez de gasolina, sino de un conflicto con los transportistas, los llamados “piperos” de Pemex, quienes habrían detenido el reparto en protesta por condiciones laborales y médicas. Lo preocupante no es sólo la escasez, sino la superficialidad con la que se abordan las causas y consecuencias del conflicto.

En municipios del sur del país, sobre todo los colindantes con Guatemala, la realidad es cruda: estaciones cerradas, racionamiento de hasta 20 litros por vehículo y filas interminables para conseguir combustible. Este no es un incidente aislado o un “problema menor” como podría sugerir el tono presidencial. Es la expresión de una crisis más profunda y prolongada, que se conecta con el abandono institucional en una de las regiones más históricamente marginadas de México.

Los testimonios de los manifestantes revelan una verdad más incómoda: la protesta no solo es por cuestiones laborales, sino por el colapso del sistema de salud que atiende a los trabajadores de Pemex y sus familias. Exigen atención médica básica, medicamentos, y la reactivación de un hospital que lleva meses —más de un año, en algunos aspectos— sin ofrecer servicios dignos. No se trata entonces de una huelga caprichosa, sino de una llamada de auxilio.

A esto se suma la falta de pago a proveedores de pipas contratadas para la distribución de combustible. Es decir, el problema no solo es de Pemex, sino del modelo de tercerización y de una cadena logística fragmentada que, ante cualquier contratiempo, se rompe sin red de protección. ¿Cómo se sostiene un país cuando ni siquiera puede garantizar el transporte del combustible que sí tiene en existencia?

El gobierno federal ha prometido que “ya se está resolviendo”, pero no ha ofrecido plazos ni soluciones concretas. Mientras tanto, Chiapas resiste, como siempre, desde el olvido. No es suficiente afirmar que el problema está identificado si no se atienden sus causas estructurales: precarización laboral, falta de servicios de salud, pagos incumplidos y la desatención histórica a regiones enteras.

La narrativa oficial quiere convencer de que no hay crisis porque hay gasolina en las terminales. Pero una cosa es tenerla, y otra muy distinta hacerla llegar. Y en el sur del país, la gasolina no llega. Lo que sí llega es el hartazgo.

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