#Opinión || Un Gobierno con rumbo claro y compromiso real
Por Ernesto Cruz.
En tiempos donde la confianza en las instituciones públicas suele tambalearse, resulta alentador observar señales firmes y acciones decididas por parte de quienes encabezan el rumbo de nuestro estado. La reciente presentación de la Guía para el Seguimiento de Acciones y Recomendaciones de la Auditoría Superior del Estado, atestiguada por el gobernador de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar, y Alfonso Damián Peralta, director general de Seguimiento B de la Auditoría Superior de la Federación, representa mucho más que un acto protocolario: es un mensaje contundente de que en Chiapas se está trazando un nuevo camino.
El llamado claro y sin titubeos del gobernador a los presidentes municipales y funcionarios públicos es, sin duda, una declaración de principios: no hay espacio para la impunidad ni para la complicidad. “Yo no voy a defender a nadie”, dijo con firmeza, y esa frase —más allá de ser contundente— marca un parteaguas en la cultura política del estado. Durante décadas, Chiapas ha sufrido las consecuencias de administraciones que vieron en el poder una oportunidad para enriquecerse, dejando de lado las verdaderas necesidades del pueblo. Hoy, ese ciclo se enfrenta a un límite.
El Gobierno de la Nueva ERA ha entendido que la transparencia y la rendición de cuentas no son solo conceptos administrativos, sino valores fundamentales que deben guiar la acción pública. El fortalecimiento de los órganos internos de control y el establecimiento de mecanismos claros de seguimiento son pasos concretos hacia un modelo de gestión más honesto y efectivo.
Este tipo de iniciativas no solo dignifican el servicio público, sino que devuelven esperanza a la ciudadanía. Porque cuando se cuidan los recursos públicos, cuando se asume que el dinero es del pueblo, también se reconoce el derecho de las y los chiapanecos a vivir con dignidad, con servicios de calidad y con un gobierno que les responda.
Es tiempo de cerrar filas en torno a un nuevo modelo de gobernanza que no tolere el abuso ni el saqueo. La vigilancia ciudadana, la integridad en el servicio público y la aplicación estricta de la ley deben ser los pilares sobre los que se construya el futuro de Chiapas. Y, por primera vez en mucho tiempo, pareciera que el liderazgo actual lo tiene claro.
Chiapas no necesita más discursos, necesita resultados. Y si estos primeros pasos son muestra del rumbo, hay razones para mirar al futuro con optimismo.
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