#Opinión // Una Nueva Justicia con Rostro Ciudadano
Por Ernesto Cruz.
Por fin, la justicia en México comienza a hablar con la voz del pueblo. La reciente toma de protesta de las y los nuevos ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, celebrada como un hecho histórico por el diputado chiapaneco Luis Ignacio Avendaño Bermúdez, marca un parteaguas en la vida democrática del país. No es simplemente un cambio de nombres o de cargos: es una transformación profunda del vínculo entre la ciudadanía y el poder judicial.
Durante décadas, la Corte fue percibida como una institución técnica, lejana y muchas veces incomprensible para la mayoría de las y los mexicanos. Hoy, ese muro comienza a resquebrajarse. Con el respaldo directo del pueblo —una frase que no solo es simbólica, sino que apunta a una legitimación nueva y necesaria—, los ministros asumen su responsabilidad con un compromiso renovado: representar no solo a la ley, sino a la sociedad que da vida a esa ley.
Como bien expresó el diputado Avendaño Bermúdez, este acto es el inicio de un nuevo capítulo. Y no podría llegar en mejor momento. México atraviesa una transformación que no solo es política, sino también cultural y social. La ciudadanía exige instituciones más cercanas, transparentes y sensibles. Ver que esa transformación también se siente en la Suprema Corte es motivo de esperanza.
En Chiapas, esta renovación se celebra con entusiasmo. Es una señal de que la justicia ya no es un asunto exclusivo de élites o especialistas, sino un derecho tangible, cotidiano y defendido desde las más altas instancias del Estado. Los cambios que antes parecían imposibles —como que la justicia escuche y represente realmente al pueblo— hoy son parte de la nueva realidad mexicana.
Es cierto que los desafíos no desaparecen por decreto, y que la confianza ciudadana no se construye en un solo acto. Pero este paso, sin duda, es trascendental. Marca el inicio de una nueva etapa donde la Corte no solo interpreta la Constitución, sino que se convierte en garante real de los derechos, libertades y aspiraciones de millones.
Que esta renovación sirva para fortalecer el tejido democrático del país, y para que la justicia sea cada vez más un derecho vivo, cercano y confiable. México merece una Suprema Corte que no solo hable en nombre de la ley, sino también en nombre del pueblo. Y hoy, estamos un paso más cerca de lograrlo.

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