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“Ponerse los lentes de la desigualdad”: Martha Lucía Mícher


La senadora Martha Lucía Mícher Camarena durante el conversatorio “Verdad y Justicia para Ellas” es, más que una intervención protocolaria, una radiografía de las fallas estructurales del Estado frente a la violencia contra las mujeres. Su mensaje combina convicción política, crítica institucional y una invitación a mirar la realidad desde un lugar incómodo pero necesario: el de la desigualdad que sostiene la violencia de género.

La senadora coloca desde el inicio una idea contundente: la perspectiva de género no es un adorno discursivo, sino un lente para leer decisiones, presupuestos y expedientes. Mícher insiste en que las mujeres llegan a las instituciones desde un punto de partida desigual, marcado por silencios, violencia y exclusión. Por eso, cuando una muerte violenta se minimiza o se clasifica mal, no se trata solo de un error técnico; es un fracaso del sistema que fractura la confianza ciudadana.

Uno de los momentos más significativos del discurso es cuando reivindica el feminismo como una responsabilidad pública. La senadora desmonta la noción de que es una etiqueta ideológica al afirmar que es, ante todo, una convicción ética: la vida de las mujeres importa y el Estado tiene la obligación de garantizar verdad, justicia, reparación y no repetición. Sin embargo, reconoce sin rodeos que esta meta “suena muy bonito”, pero que en la práctica exige transformar paradigmas formativos y operativos de quienes están al frente del servicio público.

El discurso también traza una crítica a los eslabones institucionales más débiles. Mícher señala a las fiscalías estatales como el punto donde muchas mujeres se “pierden” en expedientes mal tratados o abandonados. No se limita a elogiar avances locales, sino que contrasta esos casos con las fallas estructurales que todavía configuran el mapa nacional. Esta franqueza contribuye a que su mensaje no se diluya en aplausos ni autocelebraciones.

Un eje central del posicionamiento de la senadora es entender el feminicidio no solo como un tipo penal, sino como la expresión extrema de una cadena de violencias normalizadas. Al insistir en que “nos matan porque pueden”, interpela directamente a una sociedad que aún tolera desigualdades cotidianas y estereotipos que justifican la violencia. Su señalamiento de motivos absurdos —“por llegar tarde”, “por no cocinar bien”, “por terminar una relación”— evidencia lo arraigado de una cultura que sigue definiendo a las mujeres desde la subordinación.

La senadora, sin embargo, no se queda en el diagnóstico cultural. Sublima ese análisis en una demanda concreta: la justicia con perspectiva de género es un método de trabajo. Significa diligencia reforzada, rigor en la investigación, preservación de evidencias, no revictimización, cumplimiento de protocolos y rendición de cuentas. Mícher recurre a su experiencia en la tipificación del feminicidio en la Ciudad de México para recordar que incluso el camino legislativo ha debido enfrentar resistencias, tensiones metodológicas y debates sobre objetividad y pertinencia.

Quizá la parte más potente del mensaje es el llamado directo a quienes integran el primer contacto del sistema: policías, ministerios públicos, peritos, personal de atención a víctimas. En sus manos —dice Mícher— puede cambiarse la historia de un expediente y la vida de una familia. No es retórica; es una advertencia sobre el peso real que tiene cada decisión, cada omisión y cada prejuicio en la administración de justicia.

En suma, el discurso de Martha Lucía Mícher trasciende la denuncia y se convierte en una exigencia clara: no basta con reconocer la violencia, hay que desmontar las prácticas, inercias e imaginarios que la sostienen. Su intervención propone un horizonte institucional donde la igualdad deje de ser excepcional y se convierta, como ella dice, en costumbre.

En tiempos donde las cifras y los casos suelen saturar sin transformar, la senadora recuerda que la perspectiva de género no es un accesorio del Estado, sino la única vía para garantizar que la justicia deje de ser una aspiración y se vuelva una realidad palpable para las mujeres. 

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